Curry y otras especias
- Translatte
- 7 dic 2017
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2017
☾ Nuestro viaje a Marruecos y nuestro contacto con el francés.
Cogimos la mochila y nos fuimos ocho días a dar una vuelta por África. Decidimos empezar por Fez, al día siguiente Chauen, el sábado Meknès y los últimos tres días en Rabat y Casablanca.
Ha sido una experiencia inolvidable. Nos hemos sumergido bastante en la cultura marroquí, hemos probado los platos más típicos de allí en los sitios menos turísticos (el tajine, el cuscús con verduras y pollo, los «dix dirhams» y muchos postres marroquís) y hemos hablado con sus gentes.

☾ Primer día en Fez:
Bajamos del avión a las 18h y ya era de noche. Estábamos en tierra de nadie y la verdad es que no teníamos ni idea de cómo llegar hasta el hostel. Cogemos un taxi, que nos costó 200 dirhams (20€) hasta el hostel.
Estábamos muy cansadas después de tantas horas de viaje gracias a los retrasos de Ryanair, así que fue llegar al hostel, cenar e irnos a la cama.
Cenamos la sopa típica marroquí, cuscús y algo de carne. Todo estaba buenísimo.
Nos dijeron que no podíamos beber agua del grifo porque quizás fuera un poco fuerte para nuestro estómago, así que durante todos los días nos lavamos los dientes con agua embotellada.

☾ Segundo día en Fez:
Nos levantamos muy pronto para poder aprovechar el día. Desayunamos en el hotel, donde nos pusieron un buffet enorme con tomate, mantequilla, bizcocho, té marroquí, café, bollos, yogurt… De todo.
Empezaba nuestro día en Fez y no habíamos mirado nada, así que decidimos contratar una visita guiada por la medina. Nuestro guía era marroquí y se conocía muy bien aquel laberinto. Nos llevó a las curtidurías, a la tienda de cosméticos, a probar la sopa marroquí y por todas aquellas callejuelas.
Tras nuestro primer contacto con la medina, estábamos algo perdidas, ya que todas las calles nos parecían iguales y no conseguíamos ubicarnos…creo que lo conseguimos justo cuando nos teníamos que ir.
Estuvimos todo el día dando vueltas por la medina, rodeadas de jilabas (una prenda marroquí), puestos de comida rápida, aceitunas, carne de camello y muchas, muchas tiendas de recuerdos.

☾ Tercer día en Meknès:
Salimos de Fez a primera hora de la mañana con pocas expectativas del día. «Meknès no tiene mucho que ver», nos habían dicho. No imaginábamos lo que nos íbamos a encontrar en el camino.
En el tren nos sentamos en un apartado para cuatro personas, junto a la ventana. Al poco, una chica de unos 16 años y su madre decidieron sentarse al lado, ambas llevaban hiyab. No recuerdo en qué momento comenzamos a hablar, solo sé que sus miradas inspiraban bondad y confianza. Nos contaron que venían de visitar a un familiar en la ciudad de Fez; ellas residían en Meknès. Al poco nos lanzamos a relatarles nuestra experiencia en su país: qué habíamos visitado, qué platos habíamos probado, qué opinábamos de sus gentes…Omaima se defendía en francés, mediante gestos y no sin esfuerzo, se mostraron muy cercanas. Antes de bajar del tren para visitar la ciudad, intercambiamos nuestros teléfonos, pues nos invitaron a volver a su ciudad dos días después para conocer a su familia.

☾ Cuarto día en Chef Chauen (viernes, 17 de noviembre):
Dicen que es el pueblo más azul de la tierra, que lo pintaron los judíos anhelando libertad, dicen también que está hermanado con Vejer; un pequeño pueblo gaditano que esconde la leyenda de una princesa árabe.
Callejuelas estrechas que suben y bajan sitúan a Chauen en el centro de un valle. Tras las murallas de su vieja Medina nos esperaba una vuelta a nuestra infancia. Allí los niños jugaban a las canicas, a la rayuela o a perseguir una gallina. Los más mayores transportan la recolecta de una semana de trabajo en las alforjas de sus burros.
Cada rincón del pueblo es aún más especial que el anterior. De las paredes de las callejuelas cuelgan prendas bordadas, pañuelos de lo más colorido, lámparas de hojalata y vidrio tintado. A la vuelta de una esquina aparece una casita muy peculiar, con su puerta del color del mar, un banco de madera en el que reposan saquitos con polvos de colores y una hilera de macetas bajo la ventana.
Pasamos seis horas deambulando por Chauen, recorriendo escaleras arriba el entramado de sus calles hasta la puesta de sol. Bajamos a la realidad de los típicos tonos tierra marroquíes: la parte nueva del pueblo. Nos esperaban seis horas de autobús por una ruta de carreteras estrechas y tortuosas. Tras una parada para comer brochetas de carne en un panecillo calentito, llegamos a Fez. Piernas agotadas y azul en la retina.

☾ Quinto día en Meknès (sábado, 18 de noviembre):
Volvimos a Meknès para hacer algo totalmente diferente. Tuvimos la suerte de encontrar la amabilidad en ellos. Tanta suerte, que como os hemos contado antes, nos invitaron a comer a su casa: cuscús con las manos y leche agria. Era una familia más bien de clase baja, una casa con lo más básico que podríamos encontrarnos, incluso criaban palomas en la azotea. Nos encantó, nos gustó mucho compartir un día entero con ellos, pero lo que más nos gustó fue su amabilidad, su cálida bienvenida y su interés por comprender nuestra cultura.
Les hicimos muchas preguntas relacionadas con su cultura, porque la verdad es que nosotras no conocíamos mucho sobre ella. Entendimos lo que es para ellos la religión y que está presente en todos los ámbitos de su vida. Ellos también intentaron entender que nuestra relación con la religión fuera algo más distante, aunque les costó un poco eso de «no creer en nada».
Fue tan acogedor… nosotras hablábamos en francés y ellos lo intentaban. Gracias a la chica de nuestra edad, Ouimaima, que conocía algo de francés por el colegio, conseguíamos comunicarnos con sus padres, que no tenían mucha idea de francés, y con sus hermanos. Hizo una labor excepcional como traductora.

☾ Quinto y sexto día en Rabat:
Tras un largo viaje en tren, llegamos a Rabat. Nos sorprendió la modernidad de la ciudad en comparación con Fez. Nuestro nuevo hostel, donde se hospedaban surferos de diferentes lugares del mundo, estaba cerca del mar. Dedicamos los dos días siguientes a recorrer Rabat, visitamos la Medina y la zona más nueva de la ciudad. Si tengo que quedarme con algo significativo de nuestro paso por la capital marroquí, destacaría su vasto cementerio judío, que se extiende frente al mar. Me llamó la atención la sencillez de sus tumbas, que tanto se diferencian de nuestros panteones majestuosos, detrás de los que parece esconderse una competición por demostrar quién es más importante o poderoso. Además, disfruté de los atardeceres en la playa y los paseos por el entramado de sus calles.

☾ Séptimo día en Casablanca:

Nos dirigimos a Casablanca para visitar la Mezquita Hassan II, el templo más alto del mundo. Solamente desde fuera es impresionante, parece que se alzase sobre el mar, en medio de la nada. Seguimos a nuestro guía hacia el interior de la mezquita, nada más traspasar sus portones nos quitamos los zapatos y levantamos la mirada, nunca pensé que me iba a impresionar de aquella forma: era emocionante. Ventanales altísimos dejaban pasar la luz del sol, iluminando los motivos florales tallados en la madera del techo. El suelo cubierto de alfombras bordadas dejaba hueco a fuentes y recorridos de agua: símbolo de pureza. Regresamos caminando a la estación de tren, nos esperaba nuestro último día en Marruecos.

☾ ¿Qué nos llevamos de este viaje? Nuevos sabores en el paladar, especias en la mochila, caminatas en los zapatos, paisajes en las pupilas y muchas más ganas de acercarme día a día a nuevas culturas.
No sabíamos lo que era la paz hasta que llegamos al atardecer en Rabat. Entendimos lo que puede conseguir la fé y nos sentimos mucho más cerca de lo diferente.
Comments